Por, J. Joaquín Orellana, PhD.
Misionero de PMM Inc., USA.
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Algunos refranes son más populares que versículos bíblicos, y al parecer, a veces, influyen más en la ética diaria de los creyentes que la misma Palabra de Dios que es la única normativa y palabra final para los creyentes en Cristo. Algunos refranes muy recitados, e incluso mal interpretados, y que rayan a veces en la blasfemia son los siguientes:- Hoy por ti mañana por mi. En tiempos de necesidad esta frase es muy común, pues con ella se conmina a la gente a la ayuda social coaccionada, con el intento de procurarme una potencial bendición para el día siguiente. Es un verdadero chantaje, y está en contra de la Escritura, pues Dios dice que debemos ayudar a las personas sin mirar de quién se trata. Es más, dijo el Señor Jesús que cuando hagamos fiesta y cena por ejemplo invitemos a todos los marginados porque precisamente ellos no pueden devolvernos el favor.
- Dime con quien andas y te diré quién eres. Aunque probablemente la moraleja original de esta refrán buscaba protegernos de malas amistadas, sin embargo, hay que tener cuidado con la aplicación ética indiscriminada, por cuanto los creyentes en términos de misión debemos relacionarnos prácticamente con todas las personas. El modelo misionero es el Señor Jesús; cuántas veces no fue cuestionado, calumniado, vilipendiado por andar con prostitutas, publicanos y pecadores! No obstante, esa fue precisamente la estrategia de encarnar la misericordia de Dios. A veces con el pretexto de este refrán los creyentes no nos acercamos a los perdidos para testificarles de nuestro peregrinaje con Cristo. Allí si vale repetir otro refrán inteligente: "juntos pero no revueltos": es decir, nos acercamos al mundo pero para predicarle de Jesús, no para parecernos siquiera a ellos, peor ser como ellos. Esto es lo que Dietrich Bonhoeffer llamaba la "santa mundanalidad" La iglesia debe estar en el mundo (santidad), pero el mundo no debe estar en la iglesia (mundanalidad)
- Dios da barba al que no tiene quijada. Esta es una verdadera blasfemia descarada, pero muy repetida por algunos creyentes que creen verse defraudados como tales por no recibir las mismas bendiciones que otros tienen de parte de Dios -dicen- y que ellos sí deben merecer más por ser hijos de Dios. Decir esta frase, es culpar a Dios y asumir que él no sabe lo que hace. Es un verdadero insulto y ofensa contra Dios. En realidad este adagio, ni siquiera deberíamos pronunciarlo.
A tener cuidado entonces con la a veces mal llamada "sabiduría popular" y mejor optar por la sabiduría de Dios, que como dice Santiago es: "En cambio, la sabiduría que desciende del cielo es ante todo pura, y además pacífica, bondadosa, dócil, llena de compasión y de buenos frutos, imparcial y sincera" (Stg. 3:17)
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