Quito, Noviembre del 2021.
Por, Dr. Joselito Orellana Mora, DMin. PhD.
ADORAR A DIOS A TRAVÉS DE UN CORAZÓN HUMILDE
REFLEXIÓN;
La humildad en última instancia en la Biblia no es otra cosa que el reconocimiento de dos aspectos espirituales fundamentales: primero saber quién es Dios, que él es santo, santo, santo (Is. 6:3; Ap. 4:8), y que ese es su atributo más importante; y segundo, reconocer que nosotros somos pecadores, necesitados diaria y desesperadamente de su gracia y misericordia.
La única cosa que Jesús nos pidió que aprendiéramos de su carácter en todo el NT, está registrada en Mt. 11:29, cuando dijo: Y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón.
De hecho la humildad en la Biblia, es la cualidad de carácter que nos permite disfrutar la gracia de Dios, a pesar de nuestros pecados, debilidades y errores; pues dice la Escritura que: Dios da gracia a los humildes y resiste a los soberbios. Stg. 4:6.
La humildad fue la premisa de carácter de los grandes siervos de Dios como Noé, Moisés, Pedro, y el propio Rey David quien en su salmo penitencial de adoración, se confesó diciendo que: Al corazón contrito y humillado no despreciarás tu oh Dios (Slm. 51:17).
Finalmente, el apóstol Pedro exhorta y demanda de los cristianos, que la actitud de humillación debe ser la constante espiritual de nuestra vida de servicio, y de nuestra adoración: Humillaos pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo. 1 Pd. 5:6.
ORACIÓN:
Padre santo, gracias por enseñarnos que un corazón humilde es un corazón reposado en ti, en tu gracia y tu misericordia; pero que también es un corazón dispuesto para hacer tu voluntad, cueste lo que cueste. Gracias Señor, por enseñarnos que la adoración no es tanto algo que hacemos, sino sobre todo es algo que ya somos, pues nos has hecho un poema de bendición para nuestro mundo alrededor. Gracias Dios por darnos un corazón de carne para amar, para servir, y para compartir lo que nos has dado, en función de la conversión de muchos más. En el nombre glorioso de Jesús, tu Hijo amado, nuestro Señor y Salvador; y en la comunión de tu Santo Espíritu, Amén.
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