EL
ABC DE UN TESTIGO DE JESÚS
Por, Dr. J. Joaquín Orellana, DMin. PhD.
Palm
Missionary Ministries, Inc. USA.
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el Autor.
Introducción
La Iglesia fue definida por el Señor Jesús resucitado,
como una comunidad de testigos suyos (Cf., Hch. 1:8) El autor de Hebreos define
en el pasaje de 12:1-3, una especie de trípode conceptual que identifica a los
testigos de Jesús con su propósito. En este texto encontramos lo que yo llamo
el ABC de un testigo de Jesús. Como preámbulo, el texto en mención es el
epílogo de la disertación que comenzó en Hb. 11:1, con la definición de la fe
como certeza. Pues la fe salvífica, supera el conocimiento y convencimiento y
se expresa fundamentalmente como certeza de Dios, esto es: la experiencia
personal con Dios. Misma que es fruto de una genuino arrepentimiento y
conversión a Dios.
No obstante, Federico Nietzche el más grande ateo de
la modernidad, dijo respecto de los cristianos que: “yo podría creer en su
redentor, si ellos se vieran a sí mismos más redimidos” También los biógrafos
de Indira Mahatma Gandhi, (precursor del pacifismo moderno, hinduista y
liberador político de la India del poder británico) cuentan que fue uno de los
más grandes admiradores de Cristo. Y que aún se vio tentado a creer en Cristo,
pero la poca fuerza del testimonio cristiano se lo impidió. Se le atribuye el
dicho de: “que pena que los cristianos tengan un Cristo tan grandioso, y que
Cristo tenga cristianos tan pequeños” El testimonio cristiano ha perdido fuerza
en la modernidad, por causa de no entender nuestra identidad y propósito.
Tesis: A menos que
vivamos el evangelio, la gente en el mundo no encontrará mayor razón para creer
en el evangelio.
Transición. El texto de Hb. 12:1-3, define claramente tres
aspectos sustanciales de la vida de fe para un testigo de Jesús: ¿Cuál es su
tarea en el mundo?; ¿Cómo debe cumplirla?; y, ¿Para qué debe cumplirla? Veamos:
A. Qué debe
hacer un Testigo de Jesús, 12:1
“Correr con paciencia la carrera” Una mejor traducción
sería “correr con perseverancia la carrera”. Sin embargo la fuerza y sentido
fundamental de la frase, se encuentra en la palabra que el autor de Hebreos escogió
para carrera. En el idioma griego existen
dos palabras para carrera: dromos y agona. La primera se refiere
exclusivamente a las competencias atléticas griegas (olimpiadas). De allí los nombres
en español como por ejemplo: velódromo, autodromo, etc. Más sin embargo de que
el entorno histórico del v.1 son las olimpiadas griegas en el coliseo
grecorromano, la palabra que el autor usó para carrera, fue agona.
La misma palabra de la que procede el término agonía en español. En otras palabras: el autor está enfatizando que
la tarea de un verdadero testigo de Jesús es correr con perseverancia su
agonía. No persevera para ser salvo, sino que persevera porque ya es salvo.
No está en la iglesia para ser salvo, está en la iglesia porque ya es salvo.
Dios no nos llamó a vivir en este mundo exentos del dolor y el sufrimiento; al
contrario, el dolor es parte consustancial de la identidad y propósito del
creyente.
De hecho no existe un sólo ejemplo ni en la Biblia
ni en la historia, de alguien que siendo creyente fiel no haya sufrido por la
justicia del Reino de Dios. No debemos buscar el sufrimiento, pero si debemos
estar listos a esperarlo y asumirlo con dignidad. Como testigos que agonizan,
debemos imitar a los que agonizan físicamente de muerte. Ellos quieren tener a
la gente que más aman a su lado; quieren dar perdón y pedir perdón; quieren
entregar sus últimas palabras, recomendaciones y consejos; quieren entregar su
último mensaje de amor a los que quedan en la tierra. La urgencia e intensidad
histórica están presentes ¡Para uno que agoniza, no hay tiempo que perder! ¡Hay
un mensaje urgente que vivir y entregar! ¡Hay un testimonio de vida que
compartir! Del mismo modo, como testigos de Jesús agonizantes, tenemos un
mensaje urgente que entregarle a la humanidad, tenemos que vivir y modelar una
vida de paz y de perdón; entender que la muerte no es el fin de la historia, al
contrario, es el inicio glorioso de nuestra eternidad con Cristo.
B. Cómo debe
Hacer la Tarea, 12:2
Aquí, el autor de Hebreos cambia el escenario
bruscamente en el v. 2: del coliseo griego de las olimpiadas, salta al monte
calvario para ver a Jesús crucificado. El modelo, patrón de vida para los
testigos de Jesús es Jesús mismo (Cf., Ap. 1:5). El cómo debe correr un testigo
de Jesús está marcado por el suplicio de Cristo en la cruz. ¿Cómo corrió Jesús
su agonía? La respuesta y frase clave en el v. 2 es: “menospreciando la vergüenza”.
El Imperio Romano crucificaba alrededor de 30000 personas al año, unas 83
personas al día. De modo que cuando Jesús murió, él fue uno de 30000 condenados
en ese año, y de 83 ajusticiados en ese día. De tal manera que la cruz para los
romanos y los pueblos subyugados era más común de lo que podemos imaginar. Para
los judíos era sinónimo no sólo de muerte pero sobre todo de maldición (Cf.,
Gál. 3:10-14)
Sin embargo había algo que era una constante común
para todas las culturas de esa época respecto de la cruz: era lo que llamaban
“la vergüenza de la cruz” Los clavos eran un problema horrendo; el martirio
previo lo era igual; el suplicio de las burlas en la vía dolorosa era algo
ignominioso, etc. Pero nada se comparaba a la temible vergüenza de la cruz.
Esta consistía en crucificar y exponer pública y completamente desnudos a los
reos. Esa era la ignominia más grande que un condenado a crucifixión debía
soportar. Al fin de cuentas el imperio se solazaba en hacerlo para dar un escarmiento
a los bandidos y sublevados. Pero el día que Jesús murió, aquella vergüenza fue
magnificaba hasta lo sumo, porque a quien estaban crucificando era nada menos
que al Dios Santo, Santo, Santo, encarnado: al Autor de la Vida, como diría
Pedro (Hch. 3:15); al Autor y Consumador de la fe.
Por 6 horas, Jesús sufrió la vergüenza más horrible
que ser humano podía soportar en ese tiempo –y en cualquier tiempo- por causa
de su amor por nosotros y su obediencia a su Padre. En su propia agonía menospreció,
subestimó, minimizó su propia vergüenza –la echó a un lado-. Lo único que le
animó a continuar, fue la consumación de la redención nuestra. Jesús fue
vilmente desnudado físicamente para que nosotros fuésemos vestidos
espiritualmente con su justicia perfecta y eterna (Cf., 1 Pd. 2:21-24).
Nosotros fuimos hechos justicia de Dios, por causa de la vergonzosa muerte de
Jesús en el Calvario. En el Calvario se dio el gran intercambio –como lo llamó
Martín Lutero- entre Cristo y nosotros; entre la justicia y la inmundicia;
entre la vida y la muerte. ¡Hermano, si sus vergüenzas no son mayores que la de
Jesús, entonces siga corriendo su propia agonía! El verdadero testimonio
cristiano no conoce –no busca- de comodidades en este mundo.
C. Para qué
debe Hacerlo, 12:3
“Para no
cansarse hasta desmayar” La fe es una carrera de resistencia más que de
velocidad (12:4). Pablo en 2 Tim. 4:7, usa la misma palabra agona
para referirse a su propia “carrera” En su testamento de muerte a Timoteo –como
se conoce a la última carta de Pablo-, le urge a que corra su propia carrera como
un buen atleta; a que pelee la buena batalla como buen soldado; pero sobre todo
a que guarde la fe como buen testigo y discípulo de Jesús. Y además de aquello,
amplia el propósito de la agonía terrenal, en el v.8: para recibir la
“corona de justicia” que el Señor Juez justo le dará en aquel día, “y no
sólo a mí; sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida” Esto
es, a nosotros también.
Qué maravilloso saber que no hay agonía sin corona,
como tampoco hay corona sin agonía. La palabra que Pablo usa para justicia es dikaiosune,
que es la misma palabra que la Biblia usa para describir la justicia de Dios,
como atributo natural. Es decir, por el sacrificio de Cristo, nosotros fuimos
hechos perfecta justicia de Dios; participamos por los meritos de Cristo, de la
misma justicia de Dios. No sólo que Cristo cubrió nuestra desnudez (inmundicia)
con su justicia, sino que también nos coronará con la justicia. Él con su
muerte nos hizo reyes (corona) y sacerdotes (vestido) para Dios, y por toda la
eternidad (Cf., Ap. 5:9-10)
El resultado de la perseverante agonía de Jesús, y
de su valiente menosprecio de la vergüenza, es una pueblo redimido, con
vestiduras blancas y coronas en sus cabezas (Cf., Ap. 4:4). Si la corona es
para todos los que esperan la venida de Cristo, la agonía también les
pertenece. El dolor no discrimina; y la exigencia radical del Reino, peor. El
sufrimiento por causa de la justicia de Cristo es uno de los más claros
distintivos de autenticidad de un testigo de Jesús. La redención es gratis pero
no barata. Hay un alto precio que pagar por la fidelidad a Cristo, a su Palabra
y a su Reino; como Él lo pagó por nuestra redención (Cf., Fil. 2:1-11).
Conclusión
No hay cristiandad sin cruz. No hay cruz sin gloria.
Y no hay gloria sin testimonio vivo; como tampoco hay testimonio sin dolor. Jesús
habló de nuestra identidad como “testigos”, esto es en el idioma griego: Mártires.
El autor de Hebreos relata que “teniendo alrededor nuestro tan grande nube de
testigos” debemos despojarnos de todo tipo de carnalidad, para poder correr la
agonía menospreciando la vergüenza para alcanzar la corona de justicia. Si
aquellos testigos del AT, mencionados y descritos en al capítulo 11, sufrieron
la fe al filo del sufrimiento e incluso del martirio cruel (Cf., Hb. 11:32-39),
entonces nosotros debemos correr como ellos, porque esa agonía dará fruto de
vida eterna en nuestros “espectadores” de hoy.
El libro de Apocalipsis presenta a Jesús nuestro
Señor como el testigo fiel, y a sus seguidores como testigos también (Ap. 1:5,
cf., 1:9; 2:13; 3:14; 7:9ss; 11:6; 12:17; 17:6, 14; 19:11; 20:4; 22:16). Si Él
reclama fidelidad y autenticidad en el testimonio es porque la modeló. Por
ello, el inexorable camino para todo testigo de Jesús, es una vida de
testimonio cargada de dolor en la agonía; menosprecio por la vergüenza que el
mundo nos acredita por la causa de Cristo; pero con la maravillosa esperanza de
una corona de justicia y de gloria, que otrora fue de espinas, de ignominia y
maldición. Ya Cristo nos dio la vida, ahora nuestra oración debe ser: ¡Señor
enséñanos a morir cada día por Tí!
Aplicación
Práctica
Dietrich Bonhoeffer fue uno de los mártires del
cristianismo moderno en la época nazi. Siendo ciudadano alemán, decidió sufrir por
Cristo, correr su agonía y morir finalmente como mártir; por causa de defender
a los judíos de la xenofobia de Adolfo Hitler.
Si queremos que otras personas crean en nuestro
Redentor, entonces tendremos que “vernos más redimidos” siguiendo a nuestro
Señor en testimonio; desde la cruz, y hasta la gloria eterna.
La gente de hoy en día francamente está cansada de “oír”
de Jesús, al menos en el mundo culturalmente llamado cristianizado. Lo que el
mundo necesita ahora es “ver” a Jesús graficado, moldeado y modelado en
nuestras vidas (Cf., Gál. 2:20). Bonhoeffer dijo:[1]
El Cristianismo es una religión de sufrimiento; un hombre se lanza a
los brazos de Dios y despierta en Getsemaní. Ahora debemos dejar nuestros
preciados sueños a los pies del Salvador crucificado (…) Cuando Cristo llama a
un hombre, le pide que venga y muera… Sólo el hombre que muere a su propia
voluntad puede seguir a Cristo (Jn. 15:20)
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