JOSELITO & ANITA ORELLANA

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Quito, Pichincha, Ecuador
I´m baptist missionary by faith with PMM Inc.,USA I'm married and with my wife Anita have four marvelous daughters. Our principal ministry is theological education. My passion is write, preach & teach about my Lord Jesus, around my country Ecuador, and Latin America. Dr. Joselito Orellana. DMin. PhD. Born in Ecuador, in Piñas City, province of El Oro Living in Quito, since 1985. Baptist Pastor's 18 years old. It missionary for Latin America Palm Missionary Ministries Inc, USA. It is involved in the ministries of higher theological teaching, pastoral training, church ministry, family counseling, literature, bioethics, and educational administration. Master's degrees (Colombia, Ecuador and Spain): Bible; Theology; Educative Management; and, Bioethics. Doctor of Ministry in Theology (DMin.) and Doctor of Philosophy in Theology (PhD) awarded by Vision International University, from Miami, FL-USA.

Sunday, September 27, 2015

My last article published in spanish.



Nuestros hijos: La herencia paterna para el Mundo

Por, Dr. Joselito Orellana, DMin. PhD.
Misionero de Palm Missionary Ministries Inc., USA.
Pastor de la Iglesia Bautista Universitaria (Quito)
Rector del Liceo Bautista Charles Spurgeon (Pifo)
Agosto, 2015
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
Mt. 28:19-20
Cuando pensamos en términos de paternidad, la herencia es una constante. Sabemos que hemos de morir y quedarán nuestros hijos. Sabemos que debemos trabajar para dejarles una herencia que les permita sustentarse e iniciar sus propios proyectos. Todo eso es normal, piadoso, y responsable. Pero, ¿qué de pensar sobre nuestros hijos como nuestra herencia para el mundo? En otras palabras, no sólo pensar en una herencia para ellos, sino convertirlos a ellos mismos como nuestra mejor herencia para el mundo.
En el pasado se decía que los padres deben preguntarse ¿qué tipo de mundo van a dejarle a sus hijos?, haciendo énfasis en el tema de la conciencia ecológica, moralidad, espiritualidad etc. No obstante de que aquella pregunta y arenga entonces era muy pertinente, hoy por cómo están las cosas en términos de familia, los padres debemos preguntarnos, más bien: ¿qué tipo de hijos vamos a dejarle a este mundo, cuando ya no estemos? ¡No le parece! Ya sabemos que la familia es una especie en extinción y que cada vez más se ciernen en torno al matrimonio y la familia, verdaderos y voraces enemigos, no tan sutiles como en el pasado, sino frontales y enmarcados muchos de ellos en tecnicismos jurídicos, que incluso definen patrones conductuales permisivos aun dentro del sistema educativo.
Hoy la autoridad de los padres sobre los hijos se ve claramente limitada por instrumentos jurídicos que otorgan a los chicos cierto sentido de autonomía e independencia ética y moral, pero no económica. Los padres hoy somos una especie de cautivos financieros por amor, pero no necesariamente educadores. Sé que en el pasado la falta de reglamentación permitió muchos abusos en los hogares en nombre de la autoridad paternal, pero ello no justifica generar el otro extremo de blindar a los hijos con leyes que contravienen la mayordomía sana de la autoridad dentro del hogar. No estoy abogando, y Dios me libre, por modelos de paternidad equivocados como el: autoritario, indulgente o indiferente. Sino por el modelo autoritativo, que deriva de un modelo paterno de vida ejemplar, amoroso, dedicado y equilibrado.
Contingencias disciplinarias integrales
Este modelo debe estar signado además por tres características y responsabilidades, a la vez, que creo son medulares para nosotros como padres de familia: respeto, esto es mirar a los hijos como personas, no como propiedad o pertenencia material; responsabilidad, es decir, proveer todo lo que necesitan para su rendimiento óptimo, y no estoy pensando en cuestiones netamente materiales, sino también en las intangibles como tiempo, cariño, interés, etc.; y, resarcimiento, significa, premiar los logros, al tiempo de reconocer los errores propios.
Por su parte los maestros en las instituciones educativas, como también los padres en los hogares, no debemos tolerar de nuestros hijos y dicentes, bajo ningún concepto, tres graves errores lesivos en el tiempo, que yo prefiero llamar una intolerancia dicente: la desobediencia, por cuanto la autoridad paterna no se negocia bajo ningún concepto; la deshonestidad, ya que la integridad como valor radical, no se negocia ni se relativiza; y, la descortesía, porque el buen trato a los semejantes, empezando en la familia; o como dicen hoy, el buen vivir, no debe menguar nunca. El patrón conductual de los hijos hoy es de personas: desobedientes, que generan un estilo de vida anárquico antinomianistas y aún pedantes; deshonestas que hacen trampa en casi todo, y descorteces, capaces de ignorar a sus propios padres en el hogar.
Los maestros también tienen su aporte en el soporte educativo y axiológico de nuestros hijos pues deben considerar al menos tres acciones proactivas o demandas docentes, como: modelar, esto es dar ejemplo; modular, dar corrección oportuna; y, monitorear, dar seguimiento personal y a través de los organismos de apoyo como la propia familia, el departamento de consejería educativa (DCE), departamento de pastoral estudiantil, etc. Sin embargo de todo, es preciso cambiar ciertos paradigmas mentales de percepción ontológica especialmente de los escolares. Por ejemplo, la apalabra “alumno” es anacrónica, arcaica, injusta, ofensiva y hasta blasfema. ¿Alumno o Discípulo? ¿Son estos términos sinónimos?, pues No...
       Alumnos… no
            La palabra alumno es una palabra compuesta que proviene de dos voces latinas que son: A = sin; Lúmen = luz. Esto significa que el hijo es una tabula rasa. El idioma latín tiene otra palabra para luz, que es fóx. (En gr., fos) Un alumno es alguien literalmente “sin luz”, que un “iluminado” debe desasnar. El antónimo de alumno es precisamente “iluminado” o como se dice en latín un iluminatti. Al famoso príncipe hindú Siddhartha Gautama, sus seguidores lo llamaron iluminado por causa de su sabiduría, por ello él pasó a la historia con el pseudónimo de Buda, que en hindú significa, iluminado.
Alumno es un concepto que castra el desarrollo del estudiante y privilegia al maestro como un sabelotodo. Es un concepto ya desechado por la pedagogía moderna por considerarlo anacrónico pues el proceso de enseñanza aprendizaje involucra al estudiante como sujeto de su propio aprendizaje. Por otro lado, es atentatorio a la dignidad humana, porque alumnos son sólo los animales, no los seres humanos creados a imagen de Dios y que tienen mucho que enseñar, incluso aquellos considerados con “capacidades especiales” Pero lo más patético es que aquella palabra es blasfema, por cuanto los hijos de Dios somos la luz del mundo, porque irradiamos la luz de Jesús que es la fuente de la luz. Al considerarnos alumnos, estamos descartando y denigrando horriblemente nuestra verdadera identidad como hijos de Dios.
       Discípulos… sí
            Este es un concepto bíblico que se traduce como un “seguidor” La palabra griega usada en la Biblia es mathetés, que ilustra a una persona que pone sus zapatos en las huellas que va dejando su maestro y le sigue por do quiera que va. Por lo tanto, discípulo es alguien que pone sus zapatos en la huella de su Mentor que es Jesús. Este concepto nació con los griegos (por ejemplo Sócrates fue el mentor de su discípulo Platón, y éste a su vez de Aristóteles), pero Jesús lo adoptó para designar el peregrinaje de sus seguidores. Las otras alternativas semánticas para referirnos a nuestros hijos como personas en proceso de aprender son: estudiantes, dicentes (el maestro es el docente), aprendices. Aunque en términos de educación y crecimiento, todos aprendemos cada día, por ello en la pedagogía moderna se dice que la competencia más avanzada ya sea en la pedagogía como en la andragogía es la capacidad de aprender a aprender.
La Real Academia de la Lengua dice: Del lat. alumnus, de alĕre, alimentar. Discípulo, respecto de su maestro, de la materia que está aprendiendo o de la escuela, colegio o universidad donde estudia. Fulano tiene muchos alumnos. Alumno de medicina. Alumno del Instituto. Persona criada o educada desde su niñez por alguien, con quien mantiene una cierta vinculación. Persona que recibe enseñanza, respecto de un profesor, o de la escuela, colegio o universidad donde estudia.
El mundo “sin luz” en el que vivimos tiene tres características bien definidas: indiferencia, hacia las cosas espirituales de la Biblia y de nuestro Señor Jesús; inmoralidad (pues viven como si Dios no existiera y han hecho del culto al cuerpo, al placer y al dinero sus verdaderos ídolos y razón de ser), y, la ignorancia, pues a pesar de identificar a nuestra era como la sociedad de conocimiento la verdad es que es menos lo que la gente sabe de lo que verdaderamente tiene que enterarse; por ejemplo de su eternidad. Ese es el mundo en que quedarán nuestros hijos.
Mi pregunta final es, a la inversa, ¿qué tipo de hijos usted le va a heredar a este mundo? ¿Hijos que sean protagonistas del reino de Dios, y sean agentes y fermento de cambio? O ¿hijos que se sumen a la gran marea humana que vive como si Dios no existiera, y mueren como si nunca hubiesen vivido? Píenselo, vale la pena hacerlo si queremos en realidad cooperar con Dios en su verdadera misión al mundo que es: reconciliar a cada persona consigo mismo a través de Jesucristo. Como padre cristiano, usted si puede llevar algo consigo al cielo cuando muera: sus hijos, pero si los evangelizó, les modeló el reino y los discipuló. Entonces usted no solo dejará una preciosa herencia para el mundo, sino que se la llevará consigo por toda la eternidad. Amén.

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