La Historia de un Padre
Amante.
Por, Dr. Joselito Orellana,
DMin. PhD.
Misionero de
Palm
Missionary Ministries Inc., USA.
Pastor de la
Iglesia
Bautista Universitaria (Quito)
Rector del Liceo
Bautista Charles Spurgeon (Pifo)
Junio, 2015
En honor a la celebración
del mes del padre, me permito compartir con ustedes una breve reflexión bíblica
y pastoral en torno a una de las más hermosas parábolas que encontramos en el Nuevo
Testamento. Se trata de la mal llamada parábola
del hijo pródigo (Lc. 15:11-32) Mal llamada así porque los títulos no son
parte del texto inspirado de Dios originalmente, pues fueron puestos después
para guiar temáticamente al lector; y aparte de ello este título es
completamente impreciso e inexacto; y, segundo, porque no es la parábola del
hijo prodigo en realidad, ni siquiera es la del hijo mayor supuestamente
obediente (pero en realidad mentiroso, refunfuñón, egoísta y malvado), sino la parábola
del padre amoroso que representa a Dios. Son tres personajes que intervienen en
ella. Cada personaje representa un segmento de la humanidad y Dios, así: el
hijo menor (pródigo) representa a los gentiles esto es a todos aquellos que no
son judíos; el mayor representa al pueblo judío nacionalista y genéticamente
salvos, según ellos; y, el padre, representa a Dios. Sólo Lucas menciona este
relato y es el epílogo de tres narraciones con el mismo concepto: algo se
pierde (oveja, moneda, ser humano) y cuando es hallado hay sumo gozo en casa (símbolo
de redención). Esta parábola es contada por los eruditos literarios entre los
más bellos y magistrales relatos orales de la antigüedad.
El hijo menor
cometió tres transgresiones imperdonables: primero, usurpó la primogenitura de
su hermano pues en la cultura hebrea era sólo el primogénito el que heredaba
tanto la bendición como la heredad del padre, y se constituía en el único dueño
de todo, y si él quería pues compartía o no con sus hermanos le herencia.
Segundo, desperdició su propia vida, cuando tenía todas las posibilidades de
realización plena junto a su padre. Pero la peor transgresión y ofensa es haber
anhelado la muerte del padre, ya que al pedir la herencia por adelantado era
como si le dijese a su padre, porque no
te mueres ya, o ¿por qué vives
todavía? En otras palabras, el haber pedido la herencia violentaba los
derechos de su hermano, y sepultaba en vida a su amoroso padre. La consecuencia
de su actitud fue la peor condición inimaginable en la época de Jesús: ir a
vivir en un país lejano, léase pueblo gentil, y a criar cerdos –cosa que judíos
y árabes no hacen hasta el día de hoy por considerar a este animal de lo más
inmundo, esto es sucio; y no sólo
eso, sino anhelar comer las algarrobas de los cerdos –una especie de planta muy
áspera parecida a las hojas de la caña de azúcar o a las hojas y envoltura del
maíz-. Este cuadro es la radiografía de la peor condición humana, moral y
espiritual, en cualquier época y cultura.
La actitud
redentora del padre para con este hijo
malvado se ilustra por sus cinco acciones específicas. El número cinco es símbolo de la gracia de Dios en
la Biblia. Primero lo vio, lo cual
evidencia que cada día esperaba su regreso. Segundo, tuvo misericordia de él, esto es, debió castigarlo, pero en su lugar lo
perdonó, pues no le dio lo que él merecía. Tercero corrió hacia él, esto era una locura en la cultura semita pues un
anciano jamás debía correr en público, ya que no era considerado honorable, y
lo peor es que al correr descubría parte de sus pantorrillas por acomodarse la
túnica, lo que significaba un acto vergonzoso e impúdico. Cuarto, se colgó de su cuello, lo cual manifiesta
un acto de absoluta aceptación y reconciliación. Y quinto, lo besó, símbolo íntimo de bienvenida y perdón.
El v. 22 es
clave en esta historia de redención. “Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el
mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado
en sus pies”. Hay tres cosas que el padre entrega al hijo, y según la
antropología cultural del texto son claves para entender toda la dimensión de
la recuperación redentora de ese hijo. Primero, el padre pidió a sus esclavos
ponerle a este hijo “el mejor vestido”,
pues el mejor vestido en la cultura hebrea era el vestido del mismo padre. Esto
tiene que ver con la nueva IDENTIDAD, que Dios nos da en Cristo. La cristiandad
es una cuestión de nueva identidad. La desnudez
en la Biblia significa pecado, inmundicia, iniquidad; en contraste el vestido se refiere a justicia de Dios en
Cristo, santidad, justificación, por ello las multitudes de creyentes en Apocalipsis
están vestidas, no desnudas. En la cruz del calvario Jesús hizo un gran intercambio
(como decía Lutero) con los creyentes: tomó nuestra desnudez (pues murió completamente desnudo sin
absolutamente nada sobre sus genitales) para imputarnos su vestido de justicia;
se hizo maldición para darnos su bendición eterna, tomó nuestra condenación
para darnos salvación, tomó una corona de espinas venenosas para darnos una
corona de justicia. ¡Qué ternura de este padre al cubrir la desnudez de su hijo
con su propio vestido!
Segundo, dijo
que le pongan un anillo, esto es
símbolo de AUTORIDAD. El hijo había pre decidido pedir ser jornalero no hijo,
pero el padre ni siquiera le permitió pronunciar ese pedido, y le devolvió la
autoridad de hijo. Los anillos en la antigüedad servían como firmas y rúbricas
para definir algo legalmente sobre una cera caliente que sellaba el pergamino.
La Biblia dice que más a todos los que le
recibieron a Jesús, les dio potestad, autoridad, o derecho de ser llamados
hijos de Dios (Cf., Jn. 1:12) Finalmente, el padre pidió ponerle zapatos, que simbolizan PROPIEDAD, pues
en las culturas orientales sólo los esclavos andaban descalzos y los hombres libres
usaban zapatos. El hijo había perdido toda su herencia, más ahora el padre se
la devuelve completa con el gesto de ponerle zapatos; esto simboliza que por
gracia recuperó la propiedad que había perdido. La humanidad moderna ama las
cosas y usa las personas, este padre sabía lo que era usar las cosas en función
de amar a las personas, en este caso específico, a su hijo.
La actitud del
hijo mayor contrasta severamente ya con la actitud del padre, como con la de su
hermano. A su padre lo cuestiona y lo juzga, cosa que los hijos jamás debemos
hacer con nuestros padres ya que debemos honrarlos por lo que son, no por lo
que hacen, mucho más si son padres honorables, bondadosos, íntegros y ejemplificadores
como el de nuestra historia. Respecto a su hermano menor lo calumnia, no
obstante de que había malgastado todo, él no sabía a ciencia cierta cómo lo
había hecho. Y por último, no era el dueño de la hacienda. Si había alguien con
la autoridad moral para cuestionarlo, ese era el padre no él. El final de la
historia es el más triste para él, pues su padre esta gozoso por el regreso del
hijo menor (había muerto y ahora estaba vivo), éste ha sido perdonado y
restaurado a la plena relación y comunión con la casa del padre, pero,… el hijo
mayor jamás entró a la fiesta, pese a los ruegos del padre.
Amigos, el padre de esta historia representa a Dios en la parábola.
Él está esperando cada día por el regreso de cada hijo pródigo que decidió
desperdiciar su vida en los más fútiles placeres y banalidades de este mundo.
Sólo Dios nos enseña a ser padres amantes. Y a veces los buenos hijos además,
son los mejores mentores en este peregrinaje de aprender a ser los mejores
padres del mundo. El modelo de nuestra paternidad, será el paradigma para su
vida familiar futura. En la celebración del día del padre, creo que no hay
mejor regalo para nuestros hijos –en vez de esperar uno de ellos- que ser un
padre en el modelo de Dios, a Quien debemos conocer personalmente por medio de
su Hijo Jesucristo (Cf., Jn. 17:3), para de esa manera modelar su estilo de
vida en nuestras familias. Para ser los mejores padres para nuestros hijos,
debemos comenzar por dejar de ser en éste mundo los hijos pródigos de Dios.
¡Feliz día del padre…!
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